Vacaciones antifitness
Hoy te escribo a unas horas de haber aterrizado en Málaga, ciudad donde trabajo y desarrollo mi rutina. Tiene gracia lo de “la rutina”, es una palabra cargada de bastante negatividad porque la asociamos a lo repetitivo (y a veces poco divertido) de nuestras vidas.
Sin embargo no siento que sea mi caso. Mi rutina me gusta y me llena en muchos sentidos, lo que hace que muchas mañanas me despierte agradeciendo poder hacer muchas de las cosas que me gustan hacer.
Pero volver de las vacaciones no es nada fácil. Y desde que dejé mi Canarias natal a mí se me hacen más difíciles las vueltas; por no sé cuántas centenas de veces tienes que despedirte de los tuyos y te vas sabiendo que tienen que pasar muchos meses hasta que los vuelvas a ver.
Este año mis vacaciones han sido cortas: tan solo cinco días de relax y de romper con la rutina. Han sido 120 horas de no entrenar, de no mirar calorías y de dejarme llevar por lo que me apetecía hacer: cero planificación.
Para colmo escogí unas fechas en las que todo lo que haría sería lo más antifitness que podía hacer; tenía el bautizo de mi sobrino y la celebración con mi familia de mi cumpleaños. Dicho de otra manera, un sin parar de fiesta donde abunda compartir risas al rededor de una mesa con mucha comida y bebida. Ya lo sabes bien, en España somos muy de hacerlo todo con comida y no creo que sea algo malo, creo que no deberíamos convertirlo en algo habitual.
[big-text align=»alignright»]Han sido días en los que no solo he dejado de mirar etiquetas y hacer esa continua separación entre “lo bueno” y “lo malo[/big-text]Y para mí no lo es, por eso tengo reparos en decir que me comporté como una más. Es verdad que podía haber sido diferente, podía haber demandado postres menos cargados de azúcar, comidas con menos sal, bebidas sin alcohol, e incluso menos carne roja para el cuerpo.
Pero tengo claro que esos momentos no se repetirán, que el resto del año nada de esto cae y que desmelenarse forma parte del equilibrio.
Han sido días en los que no solo he dejado de mirar etiquetas y hacer esa continua separación entre “lo bueno” y “lo malo”, sino que he desconectado por completo del ordenador y de las redes sociales que inunda mi móvil. Tan solo he subido una foto a mi Instagram a unas horas de salir de la isla y desde uno de mis lugares favoritos del mundo.
[big-text align=»alignleft»]Nada de lo que he hecho se ha nota en la báscula ni en que los vaqueros me han dejado de abrochar[/big-text]Tal vez con tanta celebración no he descansado tanto como otros años, sin embargo sé que estos “giros” que le he dado mi vida de un día para otro son muy positivos porque, a pesar de la brevedad de mis vacaciones, he vuelto con las pilas más cargadas de lo que podía imaginar. No puedo con mis ganas de organizar bien los próximos entrenamientos, mi alimentación y todo mi alrededor.
Y por último, ¿sabes qué? Que nada de lo que he hecho se ha nota en la báscula ni en que los vaqueros me han dejado de abrochar. Nada de lo que hecho ha despertado en mí un sentimiento de culpa o de arrepentimiento. De lo único que nos debemos de sentir mal es de dejar de hacer cosas que nos apetecen en nombre de una idea o un concepto. Lo primero es uno mismo, ¿no crees? 🙂
Leave a reply