Yo también me salto la dieta y así lo hago
El otro día estaba leyendo a una de las yoguis que sigo por Instagram. Resulta que en una de sus publicaciones decidió no poner la imagen de una postura de yoga, sino enseñar lo que estaba comiendo: una hamburguesa. La chica admitía que no suele comer carne, pero que creía más en hacer lo que uno desea en ese momento que en privarse de hacer cosas.
Ya te puedes imaginar «la que le cayó» en los comentarios cuando muchos veganos comprobaron que una influencer yogui confesaba sin remordimientos que comía carne y encima pedía que los que no estuvieran de acuerdo, la dejaran de seguir.
La cosa se prolongó durante un par de días porque a la chica no le paraban de llegar insultos de veganos y ella pidiendo el unfollow a todos ellos. Y yo que pensaba que los vegetarianos y veganos eran gente pacífica…
Tal vez este no sea el mejor ejemplo para contarte lo que te quiero contar. Y no, no soy ni vegana ni vegetariana, a pesar de que cada vez son más los días en los que el cuerpo me pide comer algo que no sea carne. Pero el ejemplo me ha gustado porque también creo que, por encima de todo, debemos de hacer lo que queremos (y podemos hacer) en todo momento y yo, me salto la dieta.
El softfitness o la dieta no tan fitness
Una dieta es el estilo de alimentación que lleva un ser vivo. Aunque los seres humanos le damos una connotación negativa por eso de que cuando nos preguntan “¿Haces dieta?” pensamos que se refieren a si nos cuidamos al comer, evitando ciertos alimentos y consumiendo grandes cantidades de otros, lo cierto es que TODOS hacemos dieta.
Unos harán una dieta alta en azúcares y grasas (dieta insana), otros harán dietas ricas en carbohidratos y bajo en proteína o al contrario… y los que no se fijan en qué tipo de macros consumen, estoy segura que analizándolo detenidamente podremos hacer una descripción del tipo de dieta que se está siguiendo Y es que tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para variar nuestros menús y a menudo recurrimos a los mismos tipos de platos independientemente de si nos queremos cuidar o no.
Una vez aclarada la cuestión de que “dieta” hacemos todos, hace tiempo que aprendí una lección muy dura: nada es para siempre.
Empezar un tipo de alimentación determinado pensado “A ver lo que duro haciendo esto…” es un error. Pero es igual de equivocado plantearse llevar una dieta restrictiva y muy controlada sin dar lugar a los momentos en los que uno “se suelta la melena” y deja de mirar lo que come.
Soy una férrea defensora de saber en todo momento qué nos estamos llevando a la boca, en leer bien la etiqueta antes de echar algo al carro de la compra y en que no nos sorprendan (por no decir que nos engañen) a la hora de ponernos reclamos como “light” o “0%” en productos que contrarrestan esas carencias con mucha sal, mucho azúcar o mucha grasa.
[big-text align=»alignright»]No renuncio a hacer cosas que me apetecen, a hacer sacrificios en nombre de nada ni de nadie, el mundo ya está lleno de actos justificados por sacrificio[/big-text]Pero incluso defendiendo estas causas, una o dos veces por semana suelo sentarme a comer cosas que sé que no estarían aprobadas en un juicio de recetas fitness; platos calóricos, con contenidos altos en “todo lo malo” y que, para colmo, asocio con momentos de celebración y distensión. Como por ejemplo mi pasado cumpleaños; habíamos esperado ese día para comer todo lo que quisiéramos sin remordimientos. Y bien que lo reporté en mi snapchat y Víctor en su perfil de Instagram 🙂
No renuncio a hacer cosas que me apetecen, a hacer sacrificios en nombre de nada ni de nadie, el mundo ya está lleno de actos sacrificados. Creo en el placer con mesura, en irme a cenar fuera de casa a un sitio cualquiera si me apetece. No creo que deba celebrar una fiesta midiendo todo lo que como, ya ni hablo de dejar de ir a sitios con mi gente porque considere que no sirven comida sana.
No me gusta beber, de vez en cuando un cóctel o una copa de vino dulzón. Soy amante de la pizza, aunque cada vez opto más por hacer este tipo de platos en casa porque cuanto más casero más sano.
Considero que un buen filete de carne roja siempre es una buena opción y cuando siento cierta debilidad por algunas frituras hago un llamamiento a mi fuerza de voluntad y a mi poder de elegir la opción correcta para no caer siempre que se me presenta la oportunidad de comer.
Esto es a lo que yo llamo la dieta “no tan fitness” en la que de 1 ó 2 comidas de las 21 que realizo a la semana (aprox.), no son fitness ni sanas. Pero aún así, al día siguiente vuelvo a la rutina, a desayunar mi fruta con frutos secos y proteína. A entrenar en el gimnasio o donde sea. Nada cambia y creo que hasta mi cuerpo agradece que de vez en cuando, nos dejemos ir.
El equilibrio no es comer siempre sano
A pesar de todo lo que te estoy confesando, considero que llevo una vida sana. Porque sano es el equilibrio y éste no es que todos los días desayune semillas con avena, almuerce arroz con pollo y cene ensalada con pescado. Cada uno tiene su forma de encontrar su propio equilibrio y oscilar dentro de él, según lo que el cuerpo pida.
No me creo que haya gente capaz de comer limpio y sano a diario, de hecho no me fío de esa imagen que nos intentan vender detrás de la etiqueta #healthy. Aunque todos somos libres de enseñar las partes de nuestras vidas que nos da la gana, creo que deberíamos mostrar más lo que es real y menos lo que muchos esperan ver de nosotros. Yo la primera, que tengo el perfil de mi Instagram lleno de fruta jeje
Lo que quiero que entiendas de todo esto es que lo primordial y prioritario es no dejarse llevar por lo que los demás hacen. Escucha a tu cuerpo en todo momento. Si aún no has conseguido implantar hábitos alimenticios sanos en tu vida, busca la forma de nutrirte con alimentos sanos, inventa platos, prueba recetas, haz combinaciones con comida que te gusta, introduce poco a poco las verduras…
[big-text align=»alignleft»]Cada uno tiene su forma de encontrar su propio equilibrio y oscilar dentro de él, según lo que el cuerpo pida[/big-text]Piensa que los grandes cambios no suceden de una semana para otra, ni siquiera de unos meses para otros. Si echo la vista atrás, yo misma me doy cuenta de que mi alimentación ha evolucionado año tras año y aún sigue en permanente cambio. También me he dado cuenta de que, a pesar de estos “permisos” que me concedo, cada vez me pongo menos enferma y puedo pasar más de un año entero sin una gripe ni resfriado, ni nada que me tenga en cama o baja de defensas durante un tiempo. Puede que no tenga nada que ver, o que tenga mucho, pero son detalles que a una le confirman que tan mal no lo está haciendo.
En definitiva, hemos de re-aprender a comer, re-educar nuestra mente y buscar formas de aportarse lo bueno la mayoría del tiempo y en momentos puntuales, esas cosas que agradan al paladar y no tanto al resto, ¿no crees? 🙂
One Comment
Max
Yo me meto un kebab entre pecho y espalda que me pone todo burro